sábado, 12 de abril de 2008

Vacaciones 2008: Un esperado resumen, parte dos: El Sur.


Hola nuevamente. Espero que estén bien y con ganas de leer. Yo estoy rehusándome a hacer las cosas para una universidad que estará un poco cargada la próxima semana. La segunda parte de mi relato vacacional está aquí, y con la misma cierro el capítulo que tanto disfruté hacer, y parece que ustedes también disfrutaron bastante. Esta vez hablaré de mi estadía en el sur de Chile, donde estuve un par de semanas que más que nada fueron para relajarse y olvidarme de lo malo.

Como iba diciendo entonces... Habiendo ya terminado el trabajo que debía realizar para la universidad (ese del que tanto hablé en mi aventura a Tongoy) me veía con mucho tiempo en mis manos y de vuelta en Santiago. Analizando esta situación recibí la cordial invitación de mis tíos (y mi hermana que estaba un poco ilusionada con mi presencia) al sur, más específicamente al pueblo de Vegas de Itata, donde mis tíos tienen una casita. Lo pensé casi 7 segundos, y dije que sí, más que nada por el hecho de poder tirarme a descansar, a hacer nada y a no estar cerca de nadie (cabe mencionar que no llega señal telefónica, así que mientras nadie sufriera algún percance, todos se podían ir a la cresta por este tiempo).

Dado que me iba a un lugar lleno de tranquilidad y nada mucho pasaría una vez que llegara, quise entonces ponerle emoción al viaje (entendido como el desplazamiento físico entre un punto y otro, no al viaje como experiencia completa): el día 12 de Febrero compré el pasaje a Coelemu (ciudad relativamente grande cercana a Vegas) en la prestigiosa flota de buses Villa Prat (ya, si tampoco es mala, el comentario lo hice de mala onda no más) a las 10 am. Resulta que el día 13 llegué a las 10:06 al terminal... y el bus se había ido. No lo podía creer. Fui al local del Villa (chia) y me dijeron lo que tanto temía. Mi tía, como si se lo hubiesen dicho a ella, me llamó en ese preciso instante, y yo procedí a tragar saliva. Gulp. Contesté y recibí un medio sermón (no fue uno entero, fue más bien moderado) junto con la instrucción de cambiar la hora del pasaje mientras le pasaba con el caballero que vendía los boletos (no sé por qué quería hablar con él, si el señor no tenía pito que tocar). Él le explicó entonces que me subirían en el próximo bus que saliera, a las 13:20 horas, y que no se preocupara. En conclusión, el pasaje sí se podía cambiar en el caso que persona se aweonara. Está de más decir que me encantó esa cláusula y que por la misma volvería a viajar en el Villa.

Así, me quedé con tres horas para rellenar (no me iba a devolver a mi casa, ya que andaba cargado casi como cuando iba al norte). La primera cosa que hice fue sentarme en el patio de comidas del terminal Alameda. Decidí desayunar en el McDonald's y mientras veía el Buenos Días a Todos (El Matinal de Chile) dentro de mí se llevaba a cabo una interesante conversación:

- Conciencia: ¡Cómo se te pasó el bus, por Dios!
- Humbertito: ¡Pucha! Jamás imaginé que el bus se iría tan justo... he tomado más de una decena de buses en mi vida y NINGUNO había salido a tiempo. Cuando fui a Mendoza, ¿te acuerdas?
- C: Claro, estuve allí.
- H: Cierto. Ese bus, el que salía de Santiago - al cual también llegué tarde - no salió a la hora, de hecho, menos mal que no salió a la hora, si no como 10 minutos después, porque si no, no llego.
- C [un poco alterado y recordando algo sin mucha importancia]: Igual la wea se tuvo que devolver porque el paso estaba nevado...
- H [volviendo al tema que los convocaba]: Sí wn... pero ¿viste? Cuando iba a San Carlos, cuando fui a Tongoy, esa wea llegó a la hora del pi--
- C: Entiendo tu punto, pero no por eso debes llegar tarde. Ahora llama a tu madre para avisarle.

Mi madre reconoció el hecho pero también se dio cuenta que no había nada que hacer. Eso es una de las cosas que más me gusta de ella. Así que sólo cabía esperar. Decidí apagar todos mis artefactos de música (que aquella vez alcanzaba la suma de 2, porque le había pedido "prestado" el iPod a mi hermano, y llevaba mi mp4) para poder escuchar mucha música (y ver alguna serie) en un viaje que duraría aproximadamente 6 horas y media, efectivamente cuando estuviera viajando.

Así pasaron las horas, y el bus llegó (por fin) unos diez minutos antes de las 13:20. Me subí a buscar mi asiento revalidado, y estaba ocupado. Dos señoras habladoras estaban en el 9 y el 10, una de ellas ocupaba el 9, MI ASIENTO. Después de un momento dubitativo las encaré, y me dijeron que harían lo posible para arreglar la situación, una vez que el chiquero arriba de la máquina se apaciguara. Efectivamente, mirando para atrás, había muchos asientos ocupados y en general había bastante desorden. La señora de más edad (también la más conversadora) tenía como el asiento 31, así que después de arreglado el embrollo, se fue con viento fresco. La otra señora estaba en la ventana, es decir, en el 9, MI ASIENTO. Esta vez, con pocas dudas se lo pedí. Ella se sorprendió un poco por la petición y me preguntó si hacía alguna diferencia. "Sí, me gusta mirar el paisaje cuando viajo." Seco. La señora se cambió al 10. Así, el viaje comenzó.

Casi siete horas después, donde el auxiliar colocó El Transportador 1 y 2, así como una película de Ethan Hawke donde se muere todo el mundo (menos él); luego de haber visto un par de series en el aparato musical de mi hermano y haber escuchado como 5 discos de música enteros en el mío; y después (por qué no mencionarlo) de haber hablado unas cuantas palabras con la señora (quien se bajó como una hora antes que yo), llegué al terminal de Coelemu. Exhausto. Me dolía la cabeza y tenía ganas de quedarme parado para siempre.

Pasado ese día, todo fue más o menos similar: días tranquilos donde íbamos a zonas cercanas (un bonito ejemplo fue cuando fuimos a dejar a la tía Casimira (gran valor) a Tomé) o bien nos quedábamos allí, íbamos al río Itata (muy rico para bañarse, pero estaba muy requete bajo) y luego caminábamos, comíamos y descansábamos. Y por las noches conversaba un rato con mi hermana y veíamos películas (aquí vi las dos Exterminio, que en realidad me decepcionaron demasiado) hasta que me quedaba dormido, y dormía como lirón. Lo que eché de menos eso sí fue alguien apañador, que tomara fotos de cualquier estupidez y que aceptara caminar en la tarde (porque caminar en la noche igual me daba un poco de cositas) por ahí. Pero de todos modos no me quejo: igual fui a lanzar el boomerang que me regalaron y mi hermana quiso grabar algo (que no le haya resultado fue otra cosa). Fue mejor en todo caso, porque no logré que la lesera se devolviera.

Y bueno, para terminar el paseo (y para justificar la foto de más arriba), los últimos 4 días fuimos a las Termas de Chillán-- bueno, a unas cabañas que estaban un poquito más abajo, pero es como lo mismo. La última tarde fuimos a bañarnos a unas aguas termales que estaban bien calientes pero que eran bastante ricas, además me hicieron un masaje bastante bueno. La chiquilla tenía buenas manos y al parecer habilidades meta-físicas, ya que mientras me masajeaba las manos y los pies me describió entero fallando sorprendentemente poco.

Y bueno, había llegado el tiempo de volver. El viaje a Santiago salió perfecto, así que mi historia termina aquí. Han sido ustedes testigos de mis vacaciones 2008, unas pequeñas vacaciones que significaron hartas risas y harta distracción de mi vida cotidiana. Me retiro ahora, debo estudiar. No quiero repetir la misma historia de siempre, conmigo llegando al día de la prueba diciendo: "¡No me leí todos los textos! ¡Soy tan estúpido!"
Cuídense harto y nos belmont.
Chau!

PD: Un saludo a la Cari, la joven del dating show Amor Ciego, quien eligió a Edmundo como su pretendiente (en una decisión que no sé quién no veía venir. Hasta yo, que nunca vi el programa, sabía que lo elegiría). Le agradezco de todo corazón por no destruir el planeta y el ordenamiento cósmico al continuar con la costumbre de una modelo saliendo con un futbolista (o en este caso, un par de tristes 'aspirantes a'). Entre ustedes se entienden.