lunes, 3 de agosto de 2015

Tres años.

Antes de partir, con (créanlo o no) mi mamá. Bueno, eso es lo que me dice.
Hoy se cumplen tres años desde que dejé Chile para venir a estudiar a los Estados Unidos, y quería tomarme un momento para comentar lo que siento, ahora que pareciera que estoy en la mitad de mi inusualmente movida travesía.

Como pueden o no saber, mi aventura comenzó en Pittsburgh, una ciudad que queda en el extremo oeste del estado de Pennsylvania. Una ciudad conocida de este estado es Philadelphia, que queda al extremo este, cerca de Nueva York y Washington D.C. Si bien mi plan era terminar el doctorado en la Universidad de Pittsburgh, hubo un pequeño cambio de planes (no de parte mía), y luego de terminar el master (que lo dan de camino al doctorado) me mudé a Houston, Texas (no se preocupen, nuestra bandera es más antigua), donde me aceptaron en el programa de doctorado en la Universidad de Houston. Ya he pasado un año en mi nuevo programa, y creo que es hora de comentar algunas cosas sobre todo este proceso.

A lo largo de este tiempo he conocido un montón de gente. Mucha gente. Quizá demasiada. Buena y mala. Eso sí, lo positivo es que han sido de (literalmente) casi todo el mundo, por lo que he conocido muchas realidades distintas y he experimentado cosas que nunca hubiese esperado. A pesar de que me siento afortunado porque esta es lejos la mejor experiencia que me ha tocado vivir, siempre pienso que hay muchas cosas que no se han dado, o que muchas cosas podrían ser tanto mejores. Esto quizá se relaciona con algo que ocurre cuando los riesgos de una aventura son más grandes, y es que los momentos altos son más altos que a lo que uno estaba acostumbrado en su vida "normal", pero los bajos también son mucho más bajos. 

No hay que perder la perspectiva: soy de un grupo minoritario de "jóvenes" (por favor, concedan que esto es así por ahora) a los que el Estado de Chile le está pagando para estudiar y luego volver para trabajar por el país*. Así, por un lado, me han otorgado un juego de alas de la más alta tecnología para volar por nuevos cielos. Pero al mismo tiempo, este juego viene con un extenso manual de instrucciones (y restricciones) que sólo me permite volar en algunos cielos y que además tiene fecha de caducidad. Siendo justos, esto no es responsabilidad absoluta de CONICYT, de hecho, ellos se han portado bastante bien. Pero el punto es que esta situación es complicada para alguien que se considera un libertario moderado, y que quiere por lo menos intentar surcar cielos inalcanzables porque cree que todos tienen el derecho de hacerlo si así lo desean. Al final del día esto es simple: vive y deja vivir.

Me cuesta ponerle el dedo al asunto, pero creo que gran parte de mi insatisfacción y creciente cinismo** pasa porque la tierra donde estoy hoy dice ser de cierta manera, pero al final del día no es muy distinta de cualquier otro lugar del planeta, donde todos están de acuerdo que las cosas son malas. Después de tres años tratando de entenderlos, los locales me han decepcionado tremendamente. No casualmente, mis mejores amigos acá son o bien de otros países, chilenos, o tienen padres o familiares que vienen de otros lugares del mundo. No hay persona más lejana para mí que el norteamericano de tez blanca, que ha vivido toda su vida dentro de la línea que todo el mundo le trazó, que en las fiestas de su fraternidad se emborracha con dos Bud Lights y grita como si estuviera en estado de euforia, que después de andar en fiestas por los cuatro años de su pregrado se termina casando con su high school sweetheart, y que termina viviendo en los suburbios con sus dos niños y su minivan.

Habiendo dicho eso, yo no espero que ellos me entiendan a mí, y me interesa poco que a estas alturas pase algo positivo. Después de todo, vive y deja vivir. Pero desafortunadamente, como uno está predeterminado a permanecer en una posición inferior a ellos mientras viva aquí (por no haber nacido en "la tierra de la libertad"), uno los necesita para pasar ciertos obstáculos, y si no logras conectar con ellos las cosas pueden ponerse color de hormiga. Un porcentaje significativo de mi tiempo acá ha consistido en hacer esfuerzos muy grandes para lograr la atención de gente como ellos, que nunca ha estado demasiado interesada en mí en primer lugar, pero que sabe que la necesitas y que (por la razón que sea) quiere verte hacer el esfuerzo. Así, a pesar de ser un país objetivamente diverso, si no actúas de cierta manera, no todas las puertas tienen el potencial de ser abiertas para ti. A menos que tengas plata, por supuesto. Pero ese es otro tema (que quizá abordaré en algún momento). 

Al final del día, es lo que uno vino a hacer. Todo lo demás (para bien o para mal) es secundario.
Muy a mi pesar, me ha tocado presenciar verdaderos festivales de palabras vacías y optimistas llamados a participar en actividades que nunca se concretan. Por lo menos para mí, este sutil baile que tiene como objetivo la ilusión de integrarte y de estar interesado en ti y tu trabajo se pone viejo muy rápidamente. Lo único que he sacado en claro después de conversar con mucha gente a lo largo de este tiempo es que ellos dicen muchas cosas que nadie nunca pidió, con el simple afán de quedar bien, pero al final hacen muy poco de lo que mencionaron sin ser presionados por nadie. Cara a cara todos te quieren, creen en ti y se deshacen prometiendo oportunidades, y cuando uno vuelve para cobrar la palabra empeñada, apenas te recuerdan. Homologando esta travesía con el fútbol, siempre entendí que estas son las ligas mayores, y que todas las pelotas son disputadas, los defensas son altos y los arqueros no se achican con nada. Pero los equipos parece que estuvieran formados por un grupo de amigotes más que por jugadores talentosos, y que permanecer en la liga va más de la mano con caerle bien al jefe que con meter goles y mojar la camiseta***. 

Claro, es altamente probable que gran parte de esto sea culpa mía, ya que soy yo quien busca significado y sentimiento en todo, y por eso me ando fijando en la importancia de las cosas. Después de todo, mucha gente hace su pega y se va, siendo feliz en el proceso. Sin quererlo, pareciera que estoy alterando todo lo que voy experimentando por el mismo afán de querer medirlo con mis herramientas (algo que suena como una versión autista del "efecto Hawthorne"). El problema es que conformarse con lo que tengo (que podría ser bastante para algunos) y concentrarme en terminar lo que tengo en mi plato antes de empezar a pensar qué habrá de once, es algo que no estoy construido para hacer. Ser de esta forma es lo que me trajo aquí en primer lugar, y no es que esté muy arrepentido de lo que he hecho, aunque sí me cuestiono que ya estoy medio viejo para varias de estas cosas. 

A veces pienso que ya es hora de volver a casa. Que la cosa no va a cambiar y que ya es mejor volver donde hay más gente a la que le importa si vivo o muero (ya que acá sí hay, pero comparada con el grupo total de personas con las que tengo que relacionarme, es ínfimo). Sin embargo, no estoy desesperado por partir ni completamente seguro de que me quiero ir. Me queda por lo menos un par de años acá, y hay muchas cosas que tienen que pasar, gente que falta por conocer, lugares a los que ir y experiencias por vivir. Además, hay otro grupo importante de personas que sí quiere lo mejor para mí, y me está ayudando a terminar este proceso de manera exitosa. Pero creo que para continuar con mis planes de largo plazo necesito una parada en el camino, poder ver a mi familia, vivir en mi tierra, juntarme con mis verdaderos amigos y empezar a construir cosas que tanto deseo allá, en la tierra donde tuve la suerte de nacer. Una vez hecho eso, puedo seguir con los tantos desafíos que potencialmente me esperan en otros lados.

Vamos a ver qué deparan los próximos tres años. Lo que es seguro es que estoy ansioso por vivirlos. Hasta la próxima!


*El reglamento de la beca de doctorado CONICYT especifica que uno tiene que volver a Chile y trabajar en el país por una cantidad de tiempo determinada. Sin embargo, los criterios de verificación de que uno efectivamente está haciendo eso son medios vagos. No es obligación trabajar para el Estado, por lo que cualquier otro trabajo serviría. Y si esto es así, un trabajo que me permita viajar seguido también sería válido, aunque exista la posibilidad de dejar el país. En fin, ya se verá.
**Hay algo que hay que aclarar de una vez por todas: cuando los chilenos dicen "cínico" quieren decir "hipócrita". Una persona cínica es alguien que no cree lo que la gente dice a simple... oída? y se refugia en lo que es demostrable por los hechos. Pero eso no es ser mentiroso ni andar con otras intenciones, algo que un hipócrita haría. Así que ser cínico no es tan terrible.
***Si quieren una historia que demuestra que en todos lados se cuecen habas, y que esta analogía no es tan mala como podrían creer, lean este artículo.

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