"¡Aquí se hace lo que yo quiero! ¡Lero, lero, lero!" -- Sepp Blatter. |
Un discurso que ganó popularidad mientras Brasil gastaba millones de dólares en arreglar el living para que sus arribistas y exigentes visitantes (con esto me refiero a la FIFA, no al público general) no dijeran nada malo, es pensar en lo que alternativamente se pudo haber hecho con ese dinero. Es tentador pensar que "con esos X reales que se gastaron en construir el Arena da Amazônia se pudieron haber hecho 3 hospitales", sobre todo cuando las necesidades son tantas.
Ahora, no estoy directamente defendiendo ese argumento (ya que no necesariamente cada dólar que se puso en el mundial pudo haber ido a resolver algún problema: determinar dónde va cada dólar que no se gasta es muy difícil, y hacer juicios ex ante puede ser hasta injusto), pero no se puede negar que gastar dinero en algo que no es tan necesario en un país en vías al desarrollo (otro tema complicado hoy en día, después de todo ¿desarrollado en qué sentido?) es un tema que se hace necesario discutir, sobre todo cuando todos los ojos están puestos en esto.
La palabra clave de toda actividad que puede tener consecuencias devastadoras para quien la lleva a cabo, y que está de moda hoy más que nunca es sustentabilidad. Hemos llegado a un momento donde es más fácil que nunca determinar los efectos de nuestras acciones (a pesar de que sigue siendo difícil), y por lo tanto, tenemos información suficiente para determinar en términos generales si lo que estamos haciendo está bien o no. Llevar a cabo un proceso sustentable significa que, sea lo que sea, su funcionamiento se lleva a cabo de manera armónica con el medio ambiente que lo rodea y que además puede (si sus desarrolladores así lo desean) durar a través del tiempo y del espacio.
Para el caso de una Copa del Mundo, normativamente, hay un uso posterior claro para todo lo que se construye, y lo que se deja al azar se minimiza prácticamente a cero. Así, las maravillas de estadios tendrán equipos que los ocuparán para las ligas locales, las ciudades deportivas tendrán personas que las mantendrán y las estructuras seguirán generando ganancias para la ciudad. Por lo tanto, la infraestructura se mantiene (siendo esto quizá lo más importante) a lo largo del tiempo. Hasta ahora, este proceso no se ha tomado muy en cuenta, y el sentimiento de ser anfitrión de un mundial, con todo lo positivo que eso significa al corto plazo, está cegando a aquellos países que pueden no ser conscientes de los problemas que puede generar a largo plazo.
Parte del problema es que las organizaciones que son administradoras de estos eventos deportivos han aprovechado su poder de negociación, aumentado sus requerimientos a lo largo del tiempo. Dado que siempre han habido (y posiblemente, siempre habrán) países dispuestos a satisfacer dichos requerimientos, las organizaciones pueden pedir y pedir, sabiendo que al final del día siempre habrá alguien que les dará lo que pidan. El problema es que los altos costos son asumidos por los gobiernos, quienes se quedan solos una vez las luces del torneo se apagan. Cuando la gente se va, ni Budweiser, ni Coca Cola, ni Swatch se acuerdan de los organizadores.
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Cuando los patrocinadores (Coca-Cola, te estoy mirando a ti!) se van y los gobiernos se quedan con el problema. |
La política local también puede verse afectada, ya que estos shocks generados por las repercusiones del mundial pueden cambiar los destinos de algunos candidatos. Así, algunos políticos con su (re)elección asegurada podrían tener problemas para efectivamente conseguirla, mientras que otros que previamente no tenían chances de ser electos, pueden ver una luz al final del túnel si consiguen aprovecharse del discurso anti-gasto y hacerlo suyo. Por lo tanto, está claro que llevar a cabo la realización de un mundial es un proceso que no ocurre en el vacío. Las consecuencias para los países y su gente son muy relevantes para que el proceso se haga a tontas y a locas.
Como podemos ver, el momento de hacer las cosas mejor ya está pasado hace rato. FIFA tiene que añadir a sus reportes una apartado sobre sustentabilidad (el Legacy Fund claramente no es suficiente), y los Comités Organizadores Locales tienen que sentarse por unas horas más para decidir que los estadios que se van a construir y las villas que van a desarrollar tendrán un uso posterior a esos treinta (maravillosos, debo decirlo igual) días de fútbol. Una postulación para ser anfitrion de un mundial tiene que venir acompañada de un plan de desarrollo del deporte a nivel local, a lo largo del tiempo. Por último, si el terreno de algunos estadios pasará a ser parte de complejos habitacionales, todo eso debe quedar explícito desde un principio, para asi evitar grandes problemas. Si bien es terrible ver que un estadio se echa abajo cuando todavía puede funcionar, es aun más terrible tener que verlo envejecer sin que nadie lo use, cuando tantas otras cosas pudieron haber pasado con un poquito más de planificación.
Además, los administradores de estos eventos no pueden ser tan aprovechadores de su condición y demandar tantas cosas. Organizar un evento deportivo no se trata (o, por último, traten de camuflarlo mejor) de que los jefes vayan de paseo y que todos los traten como reyes, sino que de mostrar el deporte en un país que se sienta orgulloso de ser anfitrión, y que tambien sirva de destino turístico por un mes. Pero al mismo tiempo, que sea un catalizador para el desarrollo del deporte a nivel local con la infraestructura que quedará para las futuras generaciones.
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"Muchas veces te dije que antes de hacerlo había que pensarlo muy bien..." -- Pablo Milanés |
No sé cuándo vuelva a escribir acá. Hay tantas cosas divertidas (y otras no tanto) por hacer, que el tiempo está pasando muy rápido. Ya muy pronto se viene un nuevo año, y con el muchas cosas nuevas y divertidas. Si no muero de ébola, probablemente será un gran año, y estoy listo para recibirlo. Extremadamente listo. Les deseo lo mejor a todos, y ya nos veremos por ahí.
Chau!
PS: Este artículo me dio el empujón para decidirme a escribir esta parte. Así que ahí tienen a que echarle la culpa.
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