viernes, 12 de agosto de 2016

Un mes.


Esta vez vuelvo a escribir de Chile. No había estado en tres años, y tengo que decir que no sabía que iba a estar tan contento allá. Las circunstancias en las que viajé no fueron las mejores (estaba escapando de varios fantasmas y además tenía que estudiar un cerro de cosas para mis exámenes), y lamentablemente no me pude quedar por tanto tiempo, pero fue lo mejor que pude haber hecho. Escapar del pantano donde vivo y cambiarlo por un poco de frío y por montañas fue una gran idea. La simpleza de mi vida allá fue refrescante: fue bueno estar en un lugar donde nadie me pedía nada, no habían fechas límite (aunque en realidad sí, sólo que estaban a miles de kilómetros de distancia) ni nada que cumplir imperativamente. Lo que sí había era un hogar, comida de mamá y mi sangre.

Esta publicación es más una excusa para que vean las panorámicas que tomé.
No esperé que tanta gente fuese tan buena conmigo, sobre todo porque no tuve mucho tiempo para ver a varios, y también porque me he puesto más antisocial en estos años. Como pueden leer en mi publicación anterior, la gente acá es diferente, y mis ganas de socializar ya son casi inexistentes. Pero en fin. A pesar de que me faltó tiempo para hacer más cosas (sólo fui una vez al Dominó, una real tragedia) y para ver a más gente, me fui muy feliz. Agradezco a todos los que hicieron mi estadía un poco mejor, y lamento que no me haya podido quedar más.

The Coin.
Ahora no sé cuándo volveré a Chile nuevamente. Yo le digo a la gente que no deberían pasar más de dos años, y creo que es cierto, pero no sé si la próxima vez será nuevamente una visita o si me quedaré de manera permanente. Mientras más vivo ("vivo"), menos creo que quiero establecerme en un solo lugar para el resto de mi vida, aunque sí pienso que me gustaría terminar en Chile. Me carga la idea de comprarme una casa, de amarrarme a demasiadas cosas y de regalarle mi (poquísima) plata a alguien que trabaja exclusivamente para quitársela al resto. Sé que eso es complicado, pero aun así me gustaría intentarlo. La vida es para eso: si no luchamos contra los problemas que nos afectan no somos mejores que ellos.

Recuerdos.
Ahora que terminé mis exámenes, me gustaría ver qué se viene para el futuro. Houston es una ciudad agradable, pero creo que no es para mí. Tiene cosas buenas, por supuesto, como la diversidad y casi todo lo que uno pudiera imaginar en cuanto a servicios. Además, no habría podido ir a un partido de la Copa América Centenario en muchas otras ciudades, y esa experiencia me hizo muy bien. Pero Houston no tiene alma. No tiene montañas o naturaleza excepcional, es demasiado grande para mi gusto y está llena de autopistas (lo que habla bien del progreso, pero mal de la calidad de vida), y creo que mi ciclo acá ya se acabó. No pude encontrar casi nada de lo que buscaba, y es hora de seguir adelante. El mundo es grande, y para estar como en la mitad de mi vida, me falta mucho por recorrer. Por ahora no tengo muchas opciones: podría quedarme acá por un par de años más, o podría estar unos meses y tratar de que alguien más financie mi investigación, para así terminar en otro lado. Idealmente, me gustaría la segunda opción, pero hay muchas cosas que aun no sé.

Gente a quien le importa si vivo o muero.
Lo que sí sé es que estoy muy contento de haber pasado otra valla más en mi camino, ya que por fin siento que puedo moverme hacia adelante. Hace rato que no me sentía así, ya sea porque tenía que terminar mis ramos (un saludo para quienes, con sus decisiones, me hicieron tener que tomar un año y medio extra de clases por hacer absolutamente nada malo. Después no se pregunten por qué lucho para que las cosas sean más justas), o estudiar para los exámenes, o trabajar en cosas que no necesariamente quería hacer. Pero el tiempo en que estaré haciendo lo que yo quiera (con algunas restricciones, por supuesto) se acerca a pasos agigantados. Los costos van a ser importantes, seguiré siendo pobre y lo más probable es que seguiré estando solo por un buen tiempo (no puedo obligar a la gente que se quede cuando las cosas se ponen difíciles). Pero la libertad que todo esto me traerá es impagable.

Onwards and upwards!

lunes, 3 de agosto de 2015

Tres años.

Antes de partir, con (créanlo o no) mi mamá. Bueno, eso es lo que me dice.
Hoy se cumplen tres años desde que dejé Chile para venir a estudiar a los Estados Unidos, y quería tomarme un momento para comentar lo que siento, ahora que pareciera que estoy en la mitad de mi inusualmente movida travesía.

Como pueden o no saber, mi aventura comenzó en Pittsburgh, una ciudad que queda en el extremo oeste del estado de Pennsylvania. Una ciudad conocida de este estado es Philadelphia, que queda al extremo este, cerca de Nueva York y Washington D.C. Si bien mi plan era terminar el doctorado en la Universidad de Pittsburgh, hubo un pequeño cambio de planes (no de parte mía), y luego de terminar el master (que lo dan de camino al doctorado) me mudé a Houston, Texas (no se preocupen, nuestra bandera es más antigua), donde me aceptaron en el programa de doctorado en la Universidad de Houston. Ya he pasado un año en mi nuevo programa, y creo que es hora de comentar algunas cosas sobre todo este proceso.

A lo largo de este tiempo he conocido un montón de gente. Mucha gente. Quizá demasiada. Buena y mala. Eso sí, lo positivo es que han sido de (literalmente) casi todo el mundo, por lo que he conocido muchas realidades distintas y he experimentado cosas que nunca hubiese esperado. A pesar de que me siento afortunado porque esta es lejos la mejor experiencia que me ha tocado vivir, siempre pienso que hay muchas cosas que no se han dado, o que muchas cosas podrían ser tanto mejores. Esto quizá se relaciona con algo que ocurre cuando los riesgos de una aventura son más grandes, y es que los momentos altos son más altos que a lo que uno estaba acostumbrado en su vida "normal", pero los bajos también son mucho más bajos. 

No hay que perder la perspectiva: soy de un grupo minoritario de "jóvenes" (por favor, concedan que esto es así por ahora) a los que el Estado de Chile le está pagando para estudiar y luego volver para trabajar por el país*. Así, por un lado, me han otorgado un juego de alas de la más alta tecnología para volar por nuevos cielos. Pero al mismo tiempo, este juego viene con un extenso manual de instrucciones (y restricciones) que sólo me permite volar en algunos cielos y que además tiene fecha de caducidad. Siendo justos, esto no es responsabilidad absoluta de CONICYT, de hecho, ellos se han portado bastante bien. Pero el punto es que esta situación es complicada para alguien que se considera un libertario moderado, y que quiere por lo menos intentar surcar cielos inalcanzables porque cree que todos tienen el derecho de hacerlo si así lo desean. Al final del día esto es simple: vive y deja vivir.

Me cuesta ponerle el dedo al asunto, pero creo que gran parte de mi insatisfacción y creciente cinismo** pasa porque la tierra donde estoy hoy dice ser de cierta manera, pero al final del día no es muy distinta de cualquier otro lugar del planeta, donde todos están de acuerdo que las cosas son malas. Después de tres años tratando de entenderlos, los locales me han decepcionado tremendamente. No casualmente, mis mejores amigos acá son o bien de otros países, chilenos, o tienen padres o familiares que vienen de otros lugares del mundo. No hay persona más lejana para mí que el norteamericano de tez blanca, que ha vivido toda su vida dentro de la línea que todo el mundo le trazó, que en las fiestas de su fraternidad se emborracha con dos Bud Lights y grita como si estuviera en estado de euforia, que después de andar en fiestas por los cuatro años de su pregrado se termina casando con su high school sweetheart, y que termina viviendo en los suburbios con sus dos niños y su minivan.

Habiendo dicho eso, yo no espero que ellos me entiendan a mí, y me interesa poco que a estas alturas pase algo positivo. Después de todo, vive y deja vivir. Pero desafortunadamente, como uno está predeterminado a permanecer en una posición inferior a ellos mientras viva aquí (por no haber nacido en "la tierra de la libertad"), uno los necesita para pasar ciertos obstáculos, y si no logras conectar con ellos las cosas pueden ponerse color de hormiga. Un porcentaje significativo de mi tiempo acá ha consistido en hacer esfuerzos muy grandes para lograr la atención de gente como ellos, que nunca ha estado demasiado interesada en mí en primer lugar, pero que sabe que la necesitas y que (por la razón que sea) quiere verte hacer el esfuerzo. Así, a pesar de ser un país objetivamente diverso, si no actúas de cierta manera, no todas las puertas tienen el potencial de ser abiertas para ti. A menos que tengas plata, por supuesto. Pero ese es otro tema (que quizá abordaré en algún momento). 

Al final del día, es lo que uno vino a hacer. Todo lo demás (para bien o para mal) es secundario.
Muy a mi pesar, me ha tocado presenciar verdaderos festivales de palabras vacías y optimistas llamados a participar en actividades que nunca se concretan. Por lo menos para mí, este sutil baile que tiene como objetivo la ilusión de integrarte y de estar interesado en ti y tu trabajo se pone viejo muy rápidamente. Lo único que he sacado en claro después de conversar con mucha gente a lo largo de este tiempo es que ellos dicen muchas cosas que nadie nunca pidió, con el simple afán de quedar bien, pero al final hacen muy poco de lo que mencionaron sin ser presionados por nadie. Cara a cara todos te quieren, creen en ti y se deshacen prometiendo oportunidades, y cuando uno vuelve para cobrar la palabra empeñada, apenas te recuerdan. Homologando esta travesía con el fútbol, siempre entendí que estas son las ligas mayores, y que todas las pelotas son disputadas, los defensas son altos y los arqueros no se achican con nada. Pero los equipos parece que estuvieran formados por un grupo de amigotes más que por jugadores talentosos, y que permanecer en la liga va más de la mano con caerle bien al jefe que con meter goles y mojar la camiseta***. 

Claro, es altamente probable que gran parte de esto sea culpa mía, ya que soy yo quien busca significado y sentimiento en todo, y por eso me ando fijando en la importancia de las cosas. Después de todo, mucha gente hace su pega y se va, siendo feliz en el proceso. Sin quererlo, pareciera que estoy alterando todo lo que voy experimentando por el mismo afán de querer medirlo con mis herramientas (algo que suena como una versión autista del "efecto Hawthorne"). El problema es que conformarse con lo que tengo (que podría ser bastante para algunos) y concentrarme en terminar lo que tengo en mi plato antes de empezar a pensar qué habrá de once, es algo que no estoy construido para hacer. Ser de esta forma es lo que me trajo aquí en primer lugar, y no es que esté muy arrepentido de lo que he hecho, aunque sí me cuestiono que ya estoy medio viejo para varias de estas cosas. 

A veces pienso que ya es hora de volver a casa. Que la cosa no va a cambiar y que ya es mejor volver donde hay más gente a la que le importa si vivo o muero (ya que acá sí hay, pero comparada con el grupo total de personas con las que tengo que relacionarme, es ínfimo). Sin embargo, no estoy desesperado por partir ni completamente seguro de que me quiero ir. Me queda por lo menos un par de años acá, y hay muchas cosas que tienen que pasar, gente que falta por conocer, lugares a los que ir y experiencias por vivir. Además, hay otro grupo importante de personas que sí quiere lo mejor para mí, y me está ayudando a terminar este proceso de manera exitosa. Pero creo que para continuar con mis planes de largo plazo necesito una parada en el camino, poder ver a mi familia, vivir en mi tierra, juntarme con mis verdaderos amigos y empezar a construir cosas que tanto deseo allá, en la tierra donde tuve la suerte de nacer. Una vez hecho eso, puedo seguir con los tantos desafíos que potencialmente me esperan en otros lados.

Vamos a ver qué deparan los próximos tres años. Lo que es seguro es que estoy ansioso por vivirlos. Hasta la próxima!


*El reglamento de la beca de doctorado CONICYT especifica que uno tiene que volver a Chile y trabajar en el país por una cantidad de tiempo determinada. Sin embargo, los criterios de verificación de que uno efectivamente está haciendo eso son medios vagos. No es obligación trabajar para el Estado, por lo que cualquier otro trabajo serviría. Y si esto es así, un trabajo que me permita viajar seguido también sería válido, aunque exista la posibilidad de dejar el país. En fin, ya se verá.
**Hay algo que hay que aclarar de una vez por todas: cuando los chilenos dicen "cínico" quieren decir "hipócrita". Una persona cínica es alguien que no cree lo que la gente dice a simple... oída? y se refugia en lo que es demostrable por los hechos. Pero eso no es ser mentiroso ni andar con otras intenciones, algo que un hipócrita haría. Así que ser cínico no es tan terrible.
***Si quieren una historia que demuestra que en todos lados se cuecen habas, y que esta analogía no es tan mala como podrían creer, lean este artículo.

viernes, 26 de diciembre de 2014

A la FIFA! (parte 7 y final)

"¡Aquí se hace lo que yo quiero! ¡Lero, lero, lero!" -- Sepp Blatter.
Bienvenidos a la séptima y última parte de mi serie "A la FIFA!". Voy a cerrar comentando por qué de un día para otro (aunque ni tanto) ya no es tan deseable ser anfitrión de una Copa del Mundo (masculina, adulta). Esto puede estar ocurriendo debido a las potenciales repercusiones negativas que este ejercicio podría tener en la economía y hasta en la política de países que, posteriormente a su construcción, no pueden ocupar esos espacios generados de manera óptima. De esta forma, es posible que las ligas locales no puedan usar a cabalidad esos enormes estadios, generando así pérdidas a corto y mediano plazo.

Un discurso que ganó popularidad mientras Brasil gastaba millones de dólares en arreglar el living para que sus arribistas y exigentes visitantes (con esto me refiero a la FIFA, no al público general) no dijeran nada malo, es pensar en lo que alternativamente se pudo haber hecho con ese dinero. Es tentador pensar que "con esos X reales que se gastaron en construir el Arena da Amazônia se pudieron haber hecho 3 hospitales", sobre todo cuando las necesidades son tantas.

Ahora, no estoy directamente defendiendo ese argumento (ya que no necesariamente cada dólar que se puso en el mundial pudo haber ido a resolver algún problema: determinar dónde va cada dólar que no se gasta es muy difícil, y hacer juicios ex ante puede ser hasta injusto), pero no se puede negar que gastar dinero en algo que no es tan necesario en un país en vías al desarrollo (otro tema complicado hoy en día, después de todo ¿desarrollado en qué sentido?) es un tema que se hace necesario discutir, sobre todo cuando todos los ojos están puestos en esto.

La palabra clave de toda actividad que puede tener consecuencias devastadoras para quien la lleva a cabo, y que está de moda hoy más que nunca es sustentabilidad. Hemos llegado a un momento donde es más fácil que nunca determinar los efectos de nuestras acciones (a pesar de que sigue siendo difícil), y por lo tanto, tenemos información suficiente para determinar en términos generales si lo que estamos haciendo está bien o no. Llevar a cabo un proceso sustentable significa que, sea lo que sea, su funcionamiento se lleva a cabo de manera armónica con el medio ambiente que lo rodea y que además puede (si sus desarrolladores así lo desean) durar a través del tiempo y del espacio.

Para el caso de una Copa del Mundo, normativamente, hay un uso posterior claro para todo lo que se construye, y lo que se deja al azar se minimiza prácticamente a cero. Así, las maravillas de estadios tendrán equipos que los ocuparán para las ligas locales, las ciudades deportivas tendrán personas que las mantendrán y las estructuras seguirán generando ganancias para la ciudad. Por lo tanto, la infraestructura se mantiene (siendo esto quizá lo más importante) a lo largo del tiempo. Hasta ahora, este proceso no se ha tomado muy en cuenta, y el sentimiento de ser anfitrión de un mundial, con todo lo positivo que eso significa al corto plazo, está cegando a aquellos países que pueden no ser conscientes de los problemas que puede generar a largo plazo.

Parte del problema es que las organizaciones que son administradoras de estos eventos deportivos han aprovechado su poder de negociación, aumentado sus requerimientos a lo largo del tiempo. Dado que siempre han habido (y posiblemente, siempre habrán) países dispuestos a satisfacer dichos requerimientos, las organizaciones pueden pedir y pedir, sabiendo que al final del día siempre habrá alguien que les dará lo que pidan. El problema es que los altos costos son asumidos por los gobiernos, quienes se quedan solos una vez las luces del torneo se apagan. Cuando la gente se va, ni Budweiser, ni Coca Cola, ni Swatch se acuerdan de los organizadores.

Cuando los patrocinadores (Coca-Cola, te estoy mirando a ti!) se van y los gobiernos se quedan con el problema.
Un ejemplo. Si bien no fue la única causa de la crisis económica de Grecia, el desarrollo de los Juegos Olímpicos en su versión de 2004 tuvo terribles consecuencias para ese país. Gastar un montón de plata en infraestructura para un evento que no alcanza a recuperar la inversión, y luego más encima te deja con gastos en mantención de estadios y de una villa que muy difícilmente será ocupada por tanta gente como en esos 20 días, no es algo que en realidad valga tanto la pena. Pero el potencial de tener la atención del mundo entero por unos días mientras se genera un poco más de turismo es tentador, y por eso son muchos los países que caen.

La política local también puede verse afectada, ya que estos shocks generados por las repercusiones del mundial pueden cambiar los destinos de algunos candidatos. Así, algunos políticos con su (re)elección asegurada podrían tener problemas para efectivamente conseguirla, mientras que otros que previamente no tenían chances de ser electos, pueden ver una luz al final del túnel si consiguen aprovecharse del discurso anti-gasto y hacerlo suyo. Por lo tanto, está claro que llevar a cabo la realización de un mundial es un proceso que no ocurre en el vacío. Las consecuencias para los países y su gente son muy relevantes para que el proceso se haga a tontas y a locas.

Como podemos ver, el momento de hacer las cosas mejor ya está pasado hace rato. FIFA tiene que añadir a sus reportes una apartado sobre sustentabilidad (el Legacy Fund claramente no es suficiente), y los Comités Organizadores Locales tienen que sentarse por unas horas más para decidir que los estadios que se van a construir y las villas que van a desarrollar tendrán un uso posterior a esos treinta (maravillosos, debo decirlo igual) días de fútbol. Una postulación para ser anfitrion de un mundial tiene que venir acompañada de un plan de desarrollo del deporte a nivel local, a lo largo del tiempo. Por último, si el terreno de algunos estadios pasará a ser parte de complejos habitacionales, todo eso debe quedar explícito desde un principio, para asi evitar grandes problemas. Si bien es terrible ver que un estadio se echa abajo cuando todavía puede funcionar, es aun más terrible tener que verlo envejecer sin que nadie lo use, cuando tantas otras cosas pudieron haber pasado con un poquito más de planificación.

Además, los administradores de estos eventos no pueden ser tan aprovechadores de su condición y demandar tantas cosas. Organizar un evento deportivo no se trata (o, por último, traten de camuflarlo mejor) de que los jefes vayan de paseo y que todos los traten como reyes, sino que de mostrar el deporte en un país que se sienta orgulloso de ser anfitrión, y que tambien sirva de destino turístico por un mes. Pero al mismo tiempo, que sea un catalizador para el desarrollo del deporte a nivel local con la infraestructura que quedará para las futuras generaciones.

"Muchas veces te dije que antes de hacerlo había que pensarlo muy bien..." -- Pablo Milanés
Con esto termino mi serie sobre el mundial de fútbol. Ha sido un placer escribir sobre una de las cosas que más me gustan, pero que al mismo tiempo tiene tantas cosas que pueden ser mejoradas. Estoy listo para ser contratado por cualquier empresa que diseñe campeonatos, que defina criterios de uso de repetición instantánea o que asesore a un gobierno para la postulación a un mundial. Me imagino que mi correo comenzará a llenarse de peticiones de este tipo, tal como mi blog se llenó de comentarios. Es cosa de tiempo.

No sé cuándo vuelva a escribir acá. Hay tantas cosas divertidas (y otras no tanto) por hacer, que el tiempo está pasando muy rápido. Ya muy pronto se viene un nuevo año, y con el muchas cosas nuevas y divertidas. Si no muero de ébola, probablemente será un gran año, y estoy listo para recibirlo. Extremadamente listo. Les deseo lo mejor a todos, y ya nos veremos por ahí.

Chau!

PS: Este artículo me dio el empujón para decidirme a escribir esta parte. Así que ahí tienen a que echarle la culpa.

sábado, 6 de septiembre de 2014

A la FIFA! (parte 6)

"¡Ni te explico el carrete que tendremos después de esto!" -- Iker Casillas, supuestamente.
Hola nuevamente. Yo también los extraño. Si bien quería escribir sólo una parte más con respecto a los mundiales de fútbol, terminaré escribiendo dos más, que se relacionan entre sí. Ambas tienen que ver con la temporalidad de la copa del mundo: la primera se concentra en el pasado y en los enormes cambios que ha habido a lo largo del tiempo, que me llevan a cuestionar si un torneo de la década de 1960 puede tener la misma importancia que un campeonato jugado 40 años después. Por su parte, la segunda mitad trata sobre el futuro, la importancia de lo que podría pensar la opinión pública (a través de sus acciones) sobre ser anfitrión de un mundial, cuáles son los costos de hacerlo, y qué ha cambiado en toda esta dinámica mirando hacia adelante.

Esta parte fue una de las primeras que se me ocurrió escribir, debido a que aparece muy seguido cuando uno se sienta a ver un partido. Cuando veo a un equipo como Inglaterra jugar en el mundial, no hay mucho que esperar. A pesar de brindarnos entretenimiento de vez en cuando, el precedente es bastante claro. Sin embargo, este país fue campeón mundial en 1966. De forma dudosa, sí, y en casa, seguro, pero campeón de todas maneras. Los anales (epa) de la historia colocan a Inglaterra en un grupo junto a Brasil y Alemania (verdaderos campeones de tomo y lomo) se diga lo que se diga. Pero, ¿pasa este campeonato la prueba del tiempo? ¿Tiene este triunfo la misma ponderación que, digamos, el triunfo de Argentina en 1986, o el de Francia* en 1998? Lo mismo podría decirse del Uruguay campeón en 1930 y 1950. Este equipo no ha logrado mucha más notoriedad en campeonatos actuales (más allá de esto). ¿Podemos decir que los charrúas están en el mismo grupo que Italia?

"¡Campeón, papá! ¿Dónde están las mujeres?" -- Geoff Hurst, definitivamente.
Tenemos que pensar que el tiempo, para bien o para mal, cambia las cosas, y la copa del mundo ha sido afectada por varios factores a lo largo de estos 80 y tantos años de existencia. Así, es difícil pensar que la copa de 1930 mantiene muchas semejanzas con la disputada en 2014. Veamos algunos cambios. El primero es el cambio en el juego en sí mismo, y sobre todo la evolución de los jugadores desde hombres que destacaban entre sus pares por tener un poco más de talento que el vecino en patear un balón, a atletas profesionales dedicados 100% a su trabajo y condición física. El paso de "una actividad para pasar el tiempo donde soy un poquito mejor que lo demás" a "mi profesión" en prácticamente todas las selecciones que buscan llegar a la fase final de la copa del mundo es algo que tomó tiempo. Justificadamente, ya que habían otros problemas, pero el punto es que este cambio es uno de varios que marca un antes y un después en el desarrollo del fútbol mundial, y debe tomarse en cuenta.

En segundo lugar, está el número de países participantes a lo largo del tiempo. Las copas de 1930 y 1950 tuvieron 13 participantes debido a selecciones que se bajaban a última hora, mientras que la de 1938 tuvo 15, por el "retiro" de Austria (que fue anexada por la Alemania Nazi a través del Anschluss (cosa que yo claramente sabía antes de escribir esto)). Cabe recordar que en 1942 y 1946 no hubo torneo por un pequeño evento denominado la Segunda Guerra Mundial. Luego que las cosas se estabilizaron un poco más, los torneos entre 1954 y 1974 tuvieron 16 participantes, al igual que el torneo de 1934, cuando al parecer las cosas salieron excepcionalmente bien. En 1982, las selecciones aumentaron a 24, cambio que duró hasta la copa celebrada en Estados Unidos en 1994. En Francia 1998 se implementó el cambio que se ha mantenido hasta hoy, con 32 selecciones clasificadas a la fase final.

Con menos rivales, lógicamente, hay mayores probabilidades de ganar el torneo. Esto no es malo en sí mismo, pero lo que es dudoso es cuando la comparabilidad se mantiene igual entre un torneo con 24 ó 32 países contra uno de 16, 15 y 13. Entiendo que exista el sentimiento de mantener una uniformidad en el campeonato, pero las modificaciones estructurales hacen cuestionar el peso de antiguos campeones con respecto a campeones actuales. Esto es un poco injusto para los nuevos campeones, que son comparados con equipos que la tuvieron mucho más fácil. Para intentar demostrar este punto, pongamos un ejemplo y viajemos a través del tiempo y el espacio. Si decimos que todos los campeonatos son iguales y todas las estrellas valen lo mismo, me imagino entonces que si pudiéramos hacer jugar a los planteles ganadores de Uruguay 1930 y Brasil 2014, la final sería muy difícil de predecir. ¿Creen ustedes en esa afirmación? Lo imaginé.

El siguiente punto se relaciona con la cantidad de equipos interesados en disputar el torneo a medida que avanza el tiempo. Sea por razones varias (desinformación, baja capacidad de organización, situación política, desinterés), las primeras copas del mundo prácticamente no celebraban torneos clasificatorios, y básicamente las mismas selecciones se turnaban para llegar a las instancias finales del campeonato. Uruguay e Italia dominaron las primeras cinco copas del mundo, sin demasiada competencia. Con una cantidad mayor de equipos perfectamente capaces de clasificar a una copa del mundo y hacerle partido a los grandes, sumado a un aumento de los cupos, la probabilidad de ganar una copa del mundo hoy en día, manteniendo todo lo demás constante, es aún más baja que en las ediciones inaugurales.

Año
Equipos Clasificados
Equipos Contendores
%
1930
13
13
100
1934
16
32
50
1938
15
37
40.5
1950
13
34
38.2
1954
16
45
35.6
1958
16
55
29.1
1962
16
56
28.6
1966
16
74
21.6
1970
16
75
21.3
1974
16
99
16.2
1978
16
106
15.1
1982
24
109
22
1986
24
121
19.8
1990
24
116
20.7
1994
24
141
17
1998
32
174
18.4
2002
32
199
16.1
2006
32
198
16.2
2010
32
204
15.7
2014
32
204
15.7

Otro punto que hay que mencionar es que en las primeras cinco ediciones, exceptuando quizá la de 1930, otros factores contextuales tuvieron una importancia mayor que la de realizar una verdadera fiesta del fútbol. Con esto me refiero principalmente a la existencia de un constante y tenso ambiente de guerra que permeaba el torneo. Por ejemplo, en los primeros años de la copa, Italia deseaba promover el fascismo, y ser el anfitrión en 1934 resultó ser más una plataforma para eso más que un intento de celebrar una competencia deportiva. Aun más, nadie podría efectivamente negar que pudieron haber habido presiones de parte de Benito Mussolini para que Italia fuese campeón ese año, cosa que efectivamente sucedió. Ahora, si bien yo tampoco voy a negar que hasta el día de hoy la celebración de un mundial de fútbol es también una oportunidad para obtener poder blando, la situación no es tan terrible como lo fue hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial (si quiere leer una historia interesante, busque a Matthias Sindelar en Google, o lea esto). Todo esto también tiene que importar.

Un último aspecto (aunque ya más simbólico) para considerar es que alrededor del mismo tiempo que la copa decidió invitar a más selecciones, el trofeo se cambió de la Copa Jules Rimet a la Copa Mundial (para una entretenida recopilación de la historia de los primeros mundiales y lo que pasó con la Jules Rimet, narrado por Edward Norton, vea esto). Aunque más simbólico, esto también marca un antes y un después que deja atrás un torneo con menores niveles de organización, menos compromiso por parte de las selecciones y menor seguimiento popular. La nueva copa fue la oportunidad para convertir todo el asunto en un negocio y ya no solamente en una reunión para demostrar supremacía de una forma distinta a pelear una guerra. La televisión ya estaba prácticamente establecida en todo Occidente, y la simpleza del fútbol (en tanto a reglamento como acceso) influyó para que se convirtiera en el deporte más popular del mundo. Ese cambio de paradigma también significa algo.

El símbolo de la antigua Copa del Mundo, la Copa Jules Rimet.
Estas cinco cosas (y si nos ponemos a buscar en profundidad sin duda se pueden encontrar más) evidencian que la copa del mundo que se juega hoy en día no es la copa del mundo que se jugaba hace setenta años. El mundo cambió, y el torneo se amoldó a los tiempos, tal como debió de haberlo hecho. Pero lo que tenemos que hacer todos es reconocer este hecho, adaptarnos y seguir adelante con la contextualización correcta realizada. Si bien no espero que realmente se haga algo al respecto, no sería malo que alguna vez se tirara una línea y se dijera algo como "bueno, desde el año x en adelante, vamos a catalogar a la Copa del Mundo como la Copa del Nuevo Mundo. Los triunfos anteriores cuentan desde una perspectiva histórica, pero no más desde el punto de vista competitivo. Las diferencias entre aquellos días y hoy son muy distintas para establecer comparaciones justas entre los campeones de ayer y de hoy".

Dado que estos momentos definitorios ocurrieron en tiempos distintos, hay que decidir un momento donde cortar. Si yo tuviera que tirar esa línea (una línea parece suficiente), el primer campeonato de esta nueva etapa sería el de México en 1970. A pesar que la década de 1950 marca un antes y un después con los primeros campeonatos pre-Guerra, los cinco campeonatos en esos 20 años son de transición hacia una nueva forma de ver el mundo, uno que permaneció relativamente en calma (excepto por la amenaza nuclear entre las dos potencias más grandes del mundo. Un pelo de la cola) y recién preparado para otro tipo de invasión: la de los medios de comunicación. Y, sí, es cierto, también pongo la línea ahí para restarle validez al campeonato ganado por Inglaterra en 1966. Para qué nos vamos a pisar la capa entre superhéroes.

Un pequeño pero adecuado cambio que propongo: en vez de lo que se ve, dos estrellas de color dorado (1958, 1962) para denotar el antiguo campeonato, y tres estrellas (1970, 1994, 2002) del color que la Confederação elija, para denotar los triunfos de la nueva era. Como se puede apreciar, no se quitan ni niegan triunfos, sólo se contextualizan.
La Copa del Nuevo Mundo claramente tiene muchos contrastes y mejoras respecto a la competición anterior. Pero no por eso es un torneo perfecto. La mano de FIFA ha probado ser mayoritariamente buena, sobre todo en una primera etapa. Pero aparte de las cosas que he ido proponiendo a lo largo de esta serie, mirando hacia el futuro también hay cosas que preocupan mucho. La próxima edición tratará principalmente de responder la pregunta: "¿por qué un país querría ser anfitrión de un mundial hoy en día?". Con las manifestaciones ocurridas en Brasil antes del mundial, y los problemas asociados que trae construir diez estadios de clase mundial en ciudades que probablemente no los necesitan a futuro (sobre todo cuando son países en vías al desarrollo), cabe preguntarse qué tan deseable es efectivamente que FIFA llegue a tu casa, se siente en tu sofá y te haga una oferta que no puedes rechazar.

Nos vemos en la (ahora sí) última parte. Siete es un buen número para finalizar.

* Tuve que mover esto para acá para no hacer tanto desorden. Francia '98 lo recuerdo con cariño. Aparte de que predije que ganaría Francia (la prueba está en el cuaderno de un antiguo compañero de básica), fue un buen mundial para Chile. Pero más allá de eso, es el mundial con, para mi gusto, uno de los mejores logosmascotaspresentaciones (aunque la de Estados Unidos me trae tantos recuerdos), y hasta juegos de video. ¡Nostalgia!

sábado, 30 de agosto de 2014

A la FIFA! (parte 5)

"¡Profe, mire cómo mueve su oblicuo deliberadamente para desestabilizarme!"
Hola a todos: sé que estaban esperando con ansias esta nueva parte. Los comentarios y las cartas que recibo a diario así lo demuestran. Pido disculpas, pero mi querido computador sufrió un accidente y tuvo que entrar a pabellón. El idiota de su dueño lo dejó caer desde una distancia considerable y hubo que repararlo. Pero mi mejor acompañante de este lustro (decida usted los grados de tristeza de esa afirmación: para mí no hay ninguno) está listo para uno nuevo lleno de acción y aventuras, además en una nueva ciudad.

Este capítulo se centra en algo que no es exclusivo del fútbol, pero que se ha mantenido con una innecesaria prominencia dentro de este deporte debido a la negligencia de quienes están a cargo de hacer algo para eliminar las críticas. Ese algo es el limitado uso de la tecnología tanto para lograr mejores cobros como también para combatir algunas malas prácticas dentro del campo de juego. Hoy, la tecnología nos permite contar (entre otras muchas cosas) con repeticiones instantáneas de todas las jugadas, y mientras la mayoría de los deportes más populares han abierto (con diferentes grados) un espacio para que la repetición ayude a determinar cobros dudosos, el fútbol se mantiene como el deporte popular más porfiado del mundo. Esto en parte ha permitido que algunos elementos ajenos a la sana práctica del deporte ganen una importancia inmerecida, y se conviertan en puntos de referencia válidos para quienes critican el fútbol. Así, mientras las cosas no sean mejoradas por quienes (se supone) entienden y aman al fútbol más que nadie, siempre habrán dudas respecto a su transparencia y a su lugar como el deporte más hermoso del mundo.

El uso de la tecnología en el fútbol es una discusión general, y la repetición instantánea es el elemento en particular que quiero analizar en esta oportunidad. Recientemente se han llevado a cabo algunas modificaciones dentro de la cancha, en particular respecto a la tecnología de la línea de gol. Estos cambios fueron promovidos principalmente debido a este incidente, donde Frank Lampard sigue exigiendo una explicación de por qué no validaron su gol. Escuchar al comentarista decir al final "tecnología... muchas gracias Sepp Blatter" resume todo de manera hermosa, aunque quizá el karma les devolvió la mano por su extremadamente dudoso triunfo en 1966. Pero de vuelta al punto. Después de incidentes como esos, y quizá siguiendo al tenis, se desarrolló una tecnología virtualmente no invasiva, el denominado (no sé por quién) balón inteligente. La idea de esto es determinar si la pelota pasó la línea de gol sin tener que pausar el juego , algo que se logra mediante un aviso al reloj del juez, que dice si fue gol o no.

Hay que agradecer que el problema se está enfrentando, pero gastar plata en algo que tiene el mismo efecto que el uso de la repetición instantánea (algo que ya existía hace muchos años) sólo para no utilizar a esta última es un poco ridículo. Así, paradójicamente, por el anacrónico e injustificado afán de "no alterar nada" en lo que se refiere al desarrollo de un partido, se altera el balón de fútbol, el elemento más importante del deporte. Ahora, entiendo que la alteración al balón es mínima, y que la práctica del fútbol no se ve afectada prácticamente en nada después de estos cambios, pero lo que más me asombra es que decisiones como esta se defiendan con argumentos falaces (es decir, altamente persuasivos pero falsos en su contenido). Hay dos afirmaciones que se hacen a la hora de defender la inacción y se relacionan primero a mantener el ritmo de juego al no otorgar pausas, y luego a no alterar las consecuencias del error humano, que aparentemente le dan un sabor especial al fútbol al ser "parte del juego".
"No necesitamos la repetición para mejorar los cobros. Preferimos empezar a investigar una tecnología de cero y que además involucra alterar el elemento principal del fútbol. Somos unos genios." -- FIFA.
Es verdad, el fútbol tiene su ritmo propio, y hay que agradecer que esto es así. Contrario al fútbol americano (que puede tomar pausas muy largas para determinar algunos cobros) e incluso el basketball (donde el esfuerzo de cobrar siempre lo correcto a veces va en contra del entretenimiento), el fútbol se mueve a un ritmo apasionante por 45 minutos, te da un descanso de 15, y luego vuelve a lo mismo por tres cuartos de hora. El uso de la repetición para determinar algunos cobros aparentemente echaría a perder este ritmo. ¿Es tanto así? Por supuesto, la idea no es tomarse tanto tiempo. Pero con la tecnología existente, es seguro garantizar que sólo unos segundos pueden hacer una gran diferencia entre un robo y el desarrollo justo de un partido. Tomemos el ejemplo del penal inexistente en contra de Fred en el partido inaugural de la copa del mundo Brasil 2014. Tómense un momento para ver el video.


Como vemos, luego que el árbitro cobra el penal, se consumen cerca de 30 segundos entre que el juez muestra una amarilla y los croatas se le tiran encima. Apenas el director de la transmisión manda, los telespectadores somos testigos de la jugada desde varios ángulos, convenciéndonos cada vez más del terrible cobro. Los segundos que toma esto son no más de 15, más que suficientes para que alguien sople al oído del árbitro "no es penal" en el campo de juego. O sea, si el juez hubiese permitido que el juego continuara, hubiese tenido una respuesta definitiva en menos de un minuto, y se hubiese ahorrado un montón de malos ratos. Después de todo la regla de retrotraer (¿es esa una palabra? Resulta que ) el juego para cobrar una falta ya existe, así que no tiene nada de malo irse a la segura no cobrando nada para esperar el veredicto de la central. Como vemos, no es necesario pausar el juego ni alterar el ritmo de nada.

Para completar la historia, hagamos un pequeño viaje y vámonos al universo paralelo donde sí fue penal pero éste no se cobró, debido a que todos confían en que la repetición brindará respuestas definitivas en breve. Lo más probable es que haya ocurrido lo siguiente: Ćorluka despeja el balón, Fred se sacude la vergüenza y Brasil planea otro ataque. Como el poder ofensivo de Fred equivale al del aerosol que el juez trae consigo (para, literalmente, rayar la cancha) la pelota probablemente habría terminado en las manos de Pletikosa. Esto pudo haber tomado entre 20 y 60 segundos. Allí, el colegiado pudo haber dicho "¿saben qué? La acción anterior fue penal y Gonzalo Ramírez Dejan Lovren se merece una tarjeta amarilla" y hubiésemos tenido el cobro justo sin el desastre que vimos en este universo.

El otro gran argumento en contra de intrometerse en exceso en el desarrollo de un partido de fútbol es el considerar al error humano como un aspecto positivo, porque "es parte del juego". Aunque un piloto de avión probablemente recomendaría en contra de permitir la existencia del error humano, aparentemente dejar todo en manos de cuatro (¿o cinco? ¿o seis?) árbitros le da una sazón extra al proceder de un partido de fútbol. Pero, pensemos: ¿qué tan cierto es eso? A mí no me gusta nada cuando un cobro es injusto, y más me molesta sabiendo que existen todas las herramientas para determinar si el cobro es correcto o no. Saliéndonos del ámbito del fútbol y pensando en situaciones cotidianas, no me parece que una decisión burocrática que beneficia a algunos pero afecta a otros y que involucra sólo un error humano sea una situación que genere el comentario "ah, bueno, ¡es parte de la sazón de la vida!", ¿verdad? Pero aun así, deliberadamente aceptamos que dentro de la cancha no se decida de manera justa, a pesar de que todos quedamos incrédulos mientras vemos la repetición de tamaños errores. Jamás me voy a convencer que la injusticia pueda ser blindada por un sentimiento de conformidad, denominado "sazón".

El fútbol ya tiene bastante emoción y es suficientemente placentero por sí mismo para que necesitemos que cobros dudosos alteren el destino de equipos para siempre. Y el hecho que esto haya sido "parte del juego" por generaciones no necesariamente significa que tenemos que permitir que lo siga siendo para siempre. Si a una persona le encuentran un tumor maligno, dudo mucho que su respuesta a esta afirmación sea "¡bueno, es parte de mi cuerpo!" y se retire a morir lentamente a su casa. Las cosas son perfectibles, y para eso estamos nosotros. La alternativa es conformarse con lo que hay y lo que tenemos, pero eso es francamente inaceptable.

Así, y de manera indirecta, ser tan pusilánime en el uso de la repetición instantánea tiene dos consecuencias que afectan tanto la imagen como el desarrollo del fútbol. En primer lugar, está la excesiva e innecesaria mala fama de los árbitros. Todos sabemos de alguna historia donde el árbitro se hizo excesivamente popular debido a alguna mala decisión (viendo esta acción de nuevo, no sé si no es penal), o alguna no-decisión. En el mismo caso de Brasil-Croacia, Yuichi Nishimura se hizo de una fama innecesaria y enfrentó presiones que bajo otras circunstancias (como, no sé, por ejemplo EN UN MUNDO DONDE SÍ SE USE LA REPETICIÓN INSTANTÁNEA EN LOS PARTIDOS) no hubiese tenido que sufrir. Entonces, ¿para qué sufrir más de lo debido? El juez es la figura central a la hora de administrar justicia dentro del campo de juego, pero como están las cosas hoy, no siempre tiene la razón. ¿Qué tal si le damos la razón en absolutamente todas las jugadas a través de una tecnología que ya existe y que puede no ser tan invasiva como muchos creen porque se van al extremo? ¿O es muy tonto lo que estoy diciendo?

La segunda consecuencia negativa de la inacción en este sentido es el aumento del truco barato para impresionar al árbitro y hacerlo cobrar cosas que beneficien al equipo que exagera. Desde cosas pequeñas hasta circos completos, los jugadores arman su propio teatro para lograr algún cobro favorable del juez del encuentro. Lo realmente triste es que a veces triunfan, dejando mal al deporte y perpetuando el uso de acciones como esa, al no existir castigo alguno una vez el partido termina. Eliminar los incentivos para actuar así es la forma más potente de erradicar este comportamiento. Esto se logra teniendo un juez con mayor presencia, pero no por acción propia, sino por decisiones consensuadas que sean apoyadas por evidencia. ¿Cómo se logra esto? Pues utilizando la tecnología, ya disponible hace mucho tiempo, a su favor.

Si bien mi punto principal es que usar la tecnología durante el partido ayudaría tremendamente, también sería bueno utilizarla para sancionar después del hecho. Como la gente tiende a aprovecharse de la nobleza de los demás cuando nadie les cobra cuentas, es importante que las reglas sean explícitas a la hora de determinar sanciones a quienes se aprovechen. En el gif de más abajo, si Rivaldo supiera que existe un partido de suspensión por simular, probablemente habría pensado dos veces antes de hacer lo que hace luego de recibir un pelotazo (que, obviamente, no debió de haber recibido. Aunque se escapa del punto, hago la aclaración igual. Uno nunca sabe). Pero como no hay mecanismos que castiguen ese comportamiento que se ve tan ridículo una vez los ánimos se calman, se generan este tipo de situaciones (que quedan mucho mejor (¿peor?) con Yakety Sax, a todo esto) que empañan a este deporte tan lindo.

Y el Oscar va para... ¡Rivaldo!
Como podemos ver, esperar una decisión informada que sirva tanto de contrapeso como también de confirmación para el criterio referil en realidad no toma mucho tiempo. Y sólo podemos esperar que estas decisiones sean aún más rápidas en el futuro. Creo haber demostrado que confiar en la repetición instantánea no altera el ritmo de juego de manera trascendental, y también creo haber demostrado que el error humano es un factor más bien indeseable en cualquier cosa (excepto, quizá, en ser humanos), y en el fútbol no es la excepción. Al mismo tiempo, tener mayor autoridad sobre lo que ocurre dentro del campo de juego sirve como un control explícito a la dudosa conducta de algunos jugadores, que aprovechando la falta de mecanismos que los sancionen por jugar sucio, pues, juegan sucio. Como los costos de actuar así son casi inexistentes pero los beneficios son potencialmente muy altos, algunos jugadores toman este camino.

Si bien Sepp Blatter ha dejado entrever que podrían haber cambios en el uso de la repetición dentro de los partidos de fútbol, que pueden tomar la dirección que apunta esta publicación, no se dieron fechas concretas. Y bueno, hay que tener cuidado con las cosas que alguien de la FIFA dice, porque pueden ser solamente para ganarse al público y tener cero consecuencias reales. Después de todo, por algo estamos donde estamos, y por algo hay espacio, tiempo y oportunidad para escribir sobre esto.

Creo que me queda por discutir una sola cosa, y es la historia de los mundiales en general. Quiero centrarme en los cambios que han habido en el deporte y en la importancia del mundial a lo largo de estas 20 ediciones en los últimos 84 años. Así, hay un momento en la historia donde las cosas cambiaron para no mirar atrás, y probablemente el peso de ganar un mundial hoy es distinto a haberlo ganado en 1938, por ejemplo.

Gracias por leer, y será hasta la próxima.